COLUMNISTAS:
JUAN CAMILO RESTREPO:
EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE CARLOS LLERAS
El ex presidente Carlos Lleras Restrepo ha publicado un importante libro de Gabriel Rosas Vega titulado “El pensamiento económico de Carlos Lleras Restrepo”. El estudio de Rosas Vega se inicia cuando Carlos Lleras Restrepo comienza sus estudios de Derecho en la Universidad Nacional.
En aquella época no existían facultades de Ciencias Económicas y por lo tanto economistas profesionales. Existían conocedores de las Finanzas Públicas normalmente pertenecientes a la Disciplina Jurídica. Y esto fue Carlos Lleras toda su vida. Un hacendista a carta cabal formado en la ciencia jurídica pero especializado. Empiezan a surgir ciertas preocupaciones en Carlos Lleras: el tema agrario. Poco después lo vemos perteneciendo en la Cámara de Representantes en lo que iba a constituir una de sus más importantes experiencias económicas y políticas: participar como ponente principal de la gran reforma tributaria. Inspirado en los ideales que motivaron la creación de las “Sociedades Económicas de Amigos del País” durante la ilustración borbónica en España, Carlos Lleras crea la Sociedad análoga en Colombia en octubre de 1956. La Sociedad Económica Amigos del país se convirtió desde entonces en una cátedra abierta y en la trinchera de su pensamiento económico y social. El tema cafetero resulta consustancial al Carlos Lleras economista porque desde la primera época, comprendiendo su importancia en el tejido social colombiano, tuvo una compenetración intensísima con la problemática cafetera. Como Ministro de Hacienda de la administración Santos fue el arquitecto del Fondo Nacional del Café. Hablándonos del café nos dice el autor que “Lleras Restrepo lo estudió, lo trató, lo desarrolló en normas, y además, lo defendió en todos los foros tanto nacionales como internacionales, con gran vigor”.
RUDOLF HOMMES:
ESTADO, “SEGURIDAD DEMOCRÁTICA” Y GOBIERNO
La sobrevivencia de la «seguridad democrática» y la preservación de la «confianza inversionista» son los temas que utiliza el presidente Uribe para resaltar la necesidad de continuidad y la manera de mantener vigente su proyecto de reelección. Indudablemente, estos han sido los dos frentes que presentan los resultados más claros y más beneficiosos de su gestión.
Pero de lo que se trata no es solamente de reelegir unas políticas sino entender colectivamente que el Estado colombiano ha fallado y que lo tenemos que reconstruir. El papel del Estado es proveer seguridad y preservar el orden político. Si no lo cumple, sobreviene la violencia y la gente pierde la posibilidad de buscar prosperidad en paz. Robert Bates, sostiene al respecto que África ha proporcionado un ejemplo, prácticamente de laboratorio, de lo que sucede cuando el Estado ha colapsado y se extingue la posibilidad de alcanzar orden político: la gente tiene que escoger entre paz y prosperidad. Lamentablemente, cuando falla el Estado, si se «quiere acumular riqueza, hay que estar preparados para defenderla», y para tomar las armas. «Mientras los que viven en Estados pueden gozar simultáneamente seguridad y prosperidad, los que viven donde han fallado los Estados tienen que escoger entre ser ricos y estar seguros; si no están dispuestos a pelear no pueden aspirar a las dos cosas» Este diagnóstico, terrible y a la vez instructivo, no es una apología del paramilitarismo sino una denodada defensa del Estado, de la necesidad de que solamente exista un «especialista en violencia» – el Gobierno, y de que éste no use su poder para depredar sino para suministrar seguridad y orden. Esta ha sido una inocultable falla del Estado y de las clases dirigentes que estuvieron dispuestas a fomentar y a tolerar formas de violencia que rompieron el equilibrio y debilitaron el orden político. Dotar al Estado de capacidad para cumplir con su principal función sin que se convierta en instrumento de unas clases contra otras debe ser un objetivo social y, aunque no se ha formulado explícitamente en esta forma, parece ser ahora un propósito nacional. No hay candidato o partido serio que piense o proponga otra cosa. Entonces, la política de «seguridad democrática» es solamente una pieza, importante para alcanzar este fin, pero ni es seguro que lo alcance sin que intervengan políticas complementarias, ni es algo que solamente Uribe puede hacer. Desmovilizar a los paramilitares y desmontar su poderío bélico, criminal y político, es esencial para fortalecer y reorientar la función del Estado. Uribe ha fortalecido a la fuerza pública y la ha motivado y dirigido exitosamente para debilitar a la guerrilla pero todavía hace falta derrotarla o llegar a un acuerdo político para que se desmovilice. A pesar de los esfuerzos realizados, la Mafia ejerce un poder económico y social que riñe con el concepto de Estado eficiente. Vamos a necesitar talento nuevo y un liderazgo diferente para construir un consenso internacional diferente, que permita dominar el narcotráfico y derrotar a sus mafias.
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